CERCANDO LA IMAGEN: LAS ESCULTURAS DE TELA DE ALAMBRE DE ANNE BAXTER
Tradicionalmente ha sido posible hacer la distinción entre escultura y pintura en términos de lo que está aIlí y lo que no está allí. La escultura - se supone - tiene masa y requiere de un espacio físico, mientras que la pintura sólo necesita una superficie y, aunque los pigmentos tienen una presencia física substancial, su función consiste en hacernos ver algo que no está físicamente allí. Muchas de las innovaciones del siglo XX, comenzando por el collage y la escultura hecha directamente a partir de los metales, han borrado de múltiples maneras estas distinciones, abriendo la masa escultórica y haciendo que las superficies pintadas se vuelvan tangibles. Anne Baxter ha encontrado su propia manera de quedarse con lo mejor de ambos mundos, explotando las tensiones entre el estar allí y el no estar allí, construyendo esculturas que lo mismo tienen substancia que transparencia.
Su materia prima es la tela de alambre que comunmente se utiliza para hacer jaulas y cercas de tal manera que, en cierto sentido, la artista está envolviendo o cercando sus imágenes. Sin embargo, queda claro que lo que se encierra es sóIo el espacio, y que la imagen reside en la forma sutil de la envoltura misma. Ya que la tela de alambre que utiliza es una especie de red compuesta por hilos más o menos delgados, las esculturas hechas con este material sugieren una especie de dibujo tridimensional que se despliega en el espacio. Esto nos recuerda dibujos como el de aquella laboriosa perspectiva que hizo Uccello de una urna, así como otros tantos trabajos del Quatrocento que usaron la línea para proyectar matemáticamente tres dimensiones en dos. Sólo que en el caso que nos ocupa, la línea sí existe en el espacio, y tiene la capacidad de refractar la luz. De hecho, la artista hizo un dibujo en perspectiva en alambre como fondo para un murciélago colgado (Murciélago en perspectiva, 1996). Asi, las propiedades de la escultura y el dibujo se encuentran en su trabajo entrelazadas: percibimos la imagen por su contorno lineal; la imagen/objeto es tridimensional, pero vemos la superficie detrás y debajo como si se tratara de un dibujo sobre una hoja de papel.
Las ambigüedades provocadas por este medio tan poco utilizado - ambigüedades que provocan reflexiones acerca de la realidad y la ilusión, la presencia y la ausencia - encuentran su contrapunto en la naturaleza pedestre de los sujetos y los temas que Baxter escoge: albañiles, obreros, alcancías de cochinito, la clásica naturaleza muerta, recogedores de basura, paraguas. Aquí no podemos hablar de contenidos sutiles o difíciles de captar: la mímesis es tan directa como ordinarios son sus sujetos y sus temas. Los objetos en sus bodegones están firmemente asentados sobre robustas mesas de tela de alambre; una lagartija trepa por un “rollo” de alambre; un cochinito parado vistosamente sobre sus patas traseras recibe monedas a través de una abertura en su lomo.
Una de las primeras fuentes de inspiración de Baxter fue Ia escultura de moldes hechos en yeso de George Segal, y sus propias representaciones de figuras en acción correctamente dibujadas – los trabajadores en una escalera o el luchador japonés acuclillado - tienen esa misma cualidad, aparentemente poco heróica y apegada a los hechos. Sin embargo, existe una contradicción intrínseca en la desmaterialización de estas figuras, de tal manera que lo que uno reconoce como la representación de una masa sólida es, al mismo tiempo, ligereza y transparencia. Estas obras existen como seres tridimensionales, pero el hecho de que uno pueda ver a través de ellas, les confiere un aura alucinante. Estas obras son tan literales en su transcripción que bien se podrían considerar facsímiles de objetos tomados de la vida real, figuras, pájaros, insectos, pero su transparencia les da un aire de sospechosa fugacidad. En su calidad de fantasmas nos hacen cuestionarnos acerca de nuestra acrítica aceptación del mundo tangible. También nos recuerdan las inexpresivas transposiciones de Magritte, donde un objeto se ve privado de su función original mediante cambios de escala a de substancia. Los objetos inocentes de Baxter, como sus imágenes metamorfoseadas en materiales extraños, cobran una irritante calidad generada por la yuxtaposición de polos irreconciliables semejante a Ia que utilizaron los surrealistas para pravocar un corto circuito en el racionalismo y obtener así una vía de acceso al inconsciente.
A pesar de su carácter delicadamente inquietante las piezas de Anne Baxter son exquisitas. Hay siempre algo de lo maravilloso en sus transformaciones de un material industrial - la tela de alambre, rígida, inflexible - que desafía a la artista a tratarlo como si fuera maleable, y a darle una forma plena de matices y de movimiento. A Baxter se le ocurrió trabajar con tela de alambre por primera vez en 1984 cuando estaba preparando la armazón de unos moldes de yeso. Se dio cuenta de que, una vez que el molde de yeso estaba terminado, resultaba menos interesante que Ia armazón de alambre cubierta, de taI manera que comenzó a experimentar con varias técnicas y formas abiertas que incluían la utilización de la tela de alambre. Así, Ilegó a construir complejas imágenes, semejantes a las placas de rayos X, de edificios densamente poblados y de atestados vagones del metro. Cuando se mudó a París y comenzó a trabajar en el taller de Pol Bury en la Ecole des Beaux-Arts en 1986, comenzó a hacer un uso más extensivo de la tela de alambre como material para sus esculturas, lo mismo utilizándolo en piezas de gran tamaño que en pequeñas figuras en acción.
Hoy en día, trabajando en Santa Mónica, California, todavía sigue ordenando de Francia la mayor parte de su tela de alambre hecha con filamentos de acero galvanizado, porque resulta más fina que la que puede conseguir en su lugar. Sus instrumentos de trabajo provienen de la caja de herramientas de un electricista: cortadoras de alambre, pinzas de varios tamaños, cinta de medir, martillo y gruesos guantes industriales. Con este arsenal dobla y moldea un material reticente, propio de jaulas, gallineros y cercas, y lo anuda en las junturas hasta que toma la forma de un colibrí en sereno equilibrio, el rizo serpentino de un lagarto, o de una mesa cubierta con un mantel arrugado que sostiene un racimo de uvas. Cada juntura entre las secciones de alambre requiere un poco más que una suave labor de persuasión; unir las puntas de alambre que sobresalen es un proceso tedioso, y moldear un racimo de uvas por este medio puede Ilevarse días de extenuante manipulación. Sin embargo, uno se queda con la impresión de que la exigente naturaleza de este proceso va de acuerdo con la naturaleza misma de la artista, y que el largo proceso que involucra el Ilevar a cabo estas transformaciones ejerce en ella una fascinación tal que la impulsa a seguir adelante.
Recientemente Baxter ha comenzado a darles un baño de oro a algunas de sus piezas, y los efectos son sorprendentes. Allí donde la superficie opaca del metal galvanizado tendía a absorber la luz, los alambres dorados resplandecen de tal manera que parecen disolverse en la luz. Tocados por la mano de Midas, sus alacranes, chupamirtos y luchadores, cobran el carácter precioso de objetos sagrados, como si fueran relicarios y báculos de una iglesia medieval.
En sus trabajos más recientes, un enorme reloj de arena y un biombo, la artista le ha dado un giro inesperado a su tema favorito: el acuario. En el reloj de arena, dos peces se encuentran suspendidos en la parte superior mientras la arena se acumula en la sección de abajo. Aquí, como en los acuarios, el espacio definido por la tela de alambre se convierte en una substancia fluida: el medio ambiente acuosos implícito en la vida de los peces, o las arenas movedizas del tiempo. Uno se puede quedar verdaderamente hipnotizado en la contemplación de las ilusiones que Anne Baxter crea, pero existe también una aguda intensidad en estas imágenes que toca la vena de la genuina amenaza de una catástrofe ecológica y alude también a la mortalidad que comparten - compartimos - todos los seres vivientes. Los tres paneles de tela de alambre nos revelan varias formas de vida marina: tortugas, angelotes(1) y agujas(2), junto con plantas subacuáticas que transforman el espacio cercado en agua, de tal manera que, al ver a través de las capas de alambre, uno experimenta Ia sensación de ser transportado a las profundidades del mar. Aquí se manifiesta, una vez más, la tensión entre el material industrial y el delicado ilusionismo de las imágenes que confiere a estas obras un cierto misterio, y las mantiene suspendidas entre la fantasía y la realidad.
Las esculturas de Baxter son obras ricas en asociaciones que lo mismo nos remiten a las tradiciones milenarias del trabajo con metales que a las representaciones del mundo animado, y que abren brecha en la utilización novedosa de materiales industriales, al mismo tiempo que plantean preguntas con respecto a un universo transparente. Su trabajo nos Ileva desde las aparentemente simples representaciones de lo más ordinario hasta la contemplación de lo extraordinario; desde la epidermis de lo tangible hasta la meditación en lo intangible. Las imágenes de Anne Baxter han sido creadas, literalmente, cercando un espacio, lo cual constituye tanto un tour de force como una imposibilidad.
MARTICA SAWIN
traducción:
ALBERTO BLANCO
Nota: Martica Sawin es historiadora y crítica de arte, autora del libro Surrealism in Exile and the Beginning of the New York School, MIT Press, 1995.
1 Angel fish: Angelote, pez del orden de los selacios. (N. del T.)
2 Needle fish: Aguja, pequeño pez lofobranquio, de cuerpo delgado y largo. (N. del T.)